“…no es malo que evolucione la juventud, ellos tienen derecho a evolucionar…”
Alejo Durán
Por David Pino
“Como da vueltas la vida”, me dijo mi mama hace poco cuando hablábamos por teléfono y escucho una canción de los Zuleta en el fondo. Y es que eso es de sorprender para los que me conocen bien; de niño escasamente escuche algo diferente a una salsa en mi casa. Mi papá, mi tío Toño, y otros tíos son declaradamente salseros –casi me atrevería a asegurar que ellos en su vida no han puesto un vallenato en un equipo de sonido- y yo crecí en ese ambiente. Cuando ellos tomaban tragos y escuchaban música en mi casa yo casi siempre estaba al pie, escuchando, poniendo discos, a veces más porque eso me daba derecho a una Pony Malta que por la misma música, pero de igual modo, la llevaba en la sangre, se iba cultivando dentro de mí. Anecdóticamente, empecé a bailar porque mi papa solía darme una propina por hacerlo; y aún no se porque mi papá hacia eso, si mi hermana que es la que sabe bailar solo tenia que llorar para recibir la misma propina que yo tenía que sudar al ritmo de una salsa brava. Así crecí yo, como un salsero.
Por eso, hoy en día declaro que mi experiencia con el vallenato ha sido tardía y apenas estoy conociendo de este genero. Como cualquier extranjero desprevenido del género mi experiencia directa inicio con los vallenatos de Carlos Vives y sus interpretaciones de Escalona. A partir de Vives fui iniciando un camino lento y en retroceso que pasa por Diomedes Díaz (poeta cantor), Hermanos Zuleta, Villazón, y por supuesto los Juglares Legendarios como el gran Alejo Durán, quien es el más grande interprete que he escuchado; su forma tan simple, pausada y melancólica de tocar y cantar llevan una fuerza impresionante que me ha transmitido la verdadera esencia del Vallenato.
Últimamente, el hecho de estar afuera de mi país innegablemente ha aumentado mi pasión por este género, porque sus letras y melodías son innatas a mi origen y a mi tierra, y porque me ata a mis raíces. Y a medida que me adentro en él nunca termino de responderme a mi mismo la duda que un día se planteo el mismo García Márquez: “no sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento”.
Para terminar, admito que después de todo mi experiencia con el vallenato no ha sido ni tan nueva ni tan de gratis, primero porque es obvio que en nuestra tierra es imposible ser ajeno al genero, y siempre me ha despertado admiración; segundo porque pase parte de mi vida en la Guajira, tierra de acordeones y Juglares; y tercero porque también lo llevo en la sangre, por mi mamá y por mi abuelo quien es un declarado seguidor de Alejo Durán.
1 comment:
Me gusta el vallenato, pero que quede claro, del bueno!
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