. De Barranquilla a Barcelona Parte II*
Por: Carlos Mario Soto
"¡Corran, corran! ¡Por aquí, por aquí!..."
Después de haber pasado 5 horas esperando en “El Dorado” y una hora en el avión hasta Caracas, tuve que correr a buscar el avión que me llevaría a Madrid. El trasatlántico me tuvo 13 horas sobrevolando el océano con el ansia encima y el hambre adentro. ¿Qué puedo hacer después de tan largo vuelo? Pues buscar un teléfono para llamar a la casa para decir que estoy bien. ¡Qué vaina! ¿Ahora a quién llamo? ¿Cómo era el teléfono de esta pelá’? ¿Donde fue que lo apunté? Me queda más fácil por Internet. No sin antes recoger mis maletas… No hay maletas. Claro, yo tuve que levantarme y andar rápido hasta el aeroplano que me ayudaría a saltar el charco y que creo nos estaba esperando en suelo venezolano; las maletas no pudieron hacer lo mismo. Una hora más tendría que volar para llegar a Barcelona.
Milena, la pelada de Barranquilla, y su novio Lucca, me esperaban en el Prat. Detrás de ellos, un gordo caballo de bronce símbolo de que lejos estaba yo de ser el primer colombiano en pisar España; no es que lo pensase así pero sí que le daba un toque de rutina a mi atípico viaje.
Así comenzó mi aventura en el viejo continente. Dos maletas perdidas con casi todas mis cosas en ellas, un maletín con poco más que mis documentos y efectivo, una muda casi toda comprada en Bogotá, una manillita de Colombia, y poco más.
Ese 13 de Septiembre de 2005 terminé durmiendo cerquita a La Rambla, en una habitación de 20 euros la noche. En medio del trastorno de horario seguro que mis últimos pensamientos fueron que al día siguiente tenía que comprar algo de ropa, comida y agua.
Después de haber pasado 5 horas esperando en “El Dorado” y una hora en el avión hasta Caracas, tuve que correr a buscar el avión que me llevaría a Madrid. El trasatlántico me tuvo 13 horas sobrevolando el océano con el ansia encima y el hambre adentro. ¿Qué puedo hacer después de tan largo vuelo? Pues buscar un teléfono para llamar a la casa para decir que estoy bien. ¡Qué vaina! ¿Ahora a quién llamo? ¿Cómo era el teléfono de esta pelá’? ¿Donde fue que lo apunté? Me queda más fácil por Internet. No sin antes recoger mis maletas… No hay maletas. Claro, yo tuve que levantarme y andar rápido hasta el aeroplano que me ayudaría a saltar el charco y que creo nos estaba esperando en suelo venezolano; las maletas no pudieron hacer lo mismo. Una hora más tendría que volar para llegar a Barcelona.
Milena, la pelada de Barranquilla, y su novio Lucca, me esperaban en el Prat. Detrás de ellos, un gordo caballo de bronce símbolo de que lejos estaba yo de ser el primer colombiano en pisar España; no es que lo pensase así pero sí que le daba un toque de rutina a mi atípico viaje.
Así comenzó mi aventura en el viejo continente. Dos maletas perdidas con casi todas mis cosas en ellas, un maletín con poco más que mis documentos y efectivo, una muda casi toda comprada en Bogotá, una manillita de Colombia, y poco más.
-¿Dónde puedo comer que sea bueno y barato?- pregunté.Y así, mi primera comida fue un bocata de omelet con cocacola en el pans; 6 euros. Saqué cuentas ligeras y pensé que Lesmes exageraba un poco cuando con el cuento de “¿Dónde cocino?”
-El Pans & Company no es el más barato pero está muy bien.-respondió Milena.
Ese 13 de Septiembre de 2005 terminé durmiendo cerquita a La Rambla, en una habitación de 20 euros la noche. En medio del trastorno de horario seguro que mis últimos pensamientos fueron que al día siguiente tenía que comprar algo de ropa, comida y agua.
1 comment:
Con eso del precio del pans y con lo de que te quedastes en las Ramblas, veo que las empanaditas de los pakis te salvaron la patria los primeros días en Barcelona.
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