Por: David Pino
Uno, dos, tres, cuatro...
Cinco:
Tras terminar mí cena en Estocolmo en casa de un amigo, y en la que justamente recordé que estaba cumpliendo un año fuera de casa, hice memorias sobre mi viaje. Mi mente viajó 365 días de vuelta y paso por Lulea, Estocolomo, Barcelona, Madrid y llegó hasta el aeropuerto Rafael Nuñez en Cartagena de Indias. Cuando crucé la puerta de embarque acababa de despedirme de mi familia; entonces debí esperar un vuelo que afortunadamente solo se retraso dos horas, porque las historias de una aerolínea que ya paso a la historia eran famosas desde ese entonces. Durante la espera algunos viajeros charlábamos, y nos contábamos nuestras historias de viaje; compartíamos un destino pero andábamos distintos caminos. A los pocos instantes de entrar al Airbus que me atravesaría el océano mi compañera de silla me pregunto: “es la primera vez que viajas?” entonces recordé inmediatamente las ya verídicas palabras de mi profesor Antonio Bula: “siempre se puede reconocer a los que viajan por primera vez”. En ese avión se pasaron nueve horas entre tratar de dormir, mal dormir, comer algo y escuchar música.
Cuando llegue a Madrid eran casi las dos de la tarde y el cansancio agobiaba, pero la jornada no terminaba. Después de la larga fila de inmigración atravesé el Barajas cometiendo la primiparada de no tomar un carrito y cargar mi maleta por todo el aeropuerto. Y tanto esfuerzo y afán no fueron suficientes para impedir que perdiera mi conexión a Barcelona y el viaje se alargará. Debí esperar hasta la noche pero afortunadamente sin pagar nada extra como me temía. Así que tras casi veinte horas de viaje llegue a mi destino donde empecé una nueva etapa de mi vida. De mi primera vista de Barcelona aún tengo el vivido recuerdo, era de noche y las luces iluminaban el puerto y la ciudad mientras se reflejaban en el agua, una vista que evocó mis recuerdos de niñez cuando regresaba a Barranquilla por la noche y antes de cruzar el Pumarejo se divisaba en medio de la oscuridad la ciudad y su puente iluminada por sus luces. Una imagen que ya anhelo ver otra vez.
Fin
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