Por Carlos Mario Soto
Ahí estaba él, columpiándose en la hamaca que sostenían dos gruesos nudos de cabuya plástica. Ahí estaba él pensando en lo que hizo, en lo que haría. Se detuvo, se sentó y se levantó luego. Las tablas que lo sostenían se quejaron las unas contra las otras. Aspiró profundamente el aire húmedo y cálido que lo acariciaba. Olía a agua y a monte, a mango y a limón, a guayaba y a guineo. Cerca de él, miles de hormiguitas rojas listas para combatir con escozor fórmico a quien se atreva a romper su hilera de extremos invisibles. El río que corría frente a él le sonó como canto de sirena. Ensució sus pies de tierra y monte hasta que llegó a la rivera. El sol lo había radiado suficiente para hacerlo entrar al agua. Se metió suavemente hasta que su toda su franela mojada sobo el accidentado mapa de su larga vida. Del otro lado del río las vió; unas flores que le recordaban a ella. Emprendió camino a la otra orilla y cuando sus pies estuvieron muy lejos del fondo, su pecho estuvo inmensamente comprimido y el olor a flores que sentía se volvio demasiado, supo al fín porqué y por quién estaba ahí. Recordó como él había muerto.
Cuento escrito algún día de 1999 y firmado con seudónimo de El Marqués García.
Ahí estaba él, columpiándose en la hamaca que sostenían dos gruesos nudos de cabuya plástica. Ahí estaba él pensando en lo que hizo, en lo que haría. Se detuvo, se sentó y se levantó luego. Las tablas que lo sostenían se quejaron las unas contra las otras. Aspiró profundamente el aire húmedo y cálido que lo acariciaba. Olía a agua y a monte, a mango y a limón, a guayaba y a guineo. Cerca de él, miles de hormiguitas rojas listas para combatir con escozor fórmico a quien se atreva a romper su hilera de extremos invisibles. El río que corría frente a él le sonó como canto de sirena. Ensució sus pies de tierra y monte hasta que llegó a la rivera. El sol lo había radiado suficiente para hacerlo entrar al agua. Se metió suavemente hasta que su toda su franela mojada sobo el accidentado mapa de su larga vida. Del otro lado del río las vió; unas flores que le recordaban a ella. Emprendió camino a la otra orilla y cuando sus pies estuvieron muy lejos del fondo, su pecho estuvo inmensamente comprimido y el olor a flores que sentía se volvio demasiado, supo al fín porqué y por quién estaba ahí. Recordó como él había muerto.
Cuento escrito algún día de 1999 y firmado con seudónimo de El Marqués García.
+ + + + + + + + + +
Datos interesantes del cuento
+ El cuento original lo escribí para el único concurso en el colegio que participé y quedé de tercero de todo el colegio. Como siempre yo de cagao...
+ Este cuento es lo que pude rescatar de mi archivo mental. Lo tenía escrito en una libreta que le he pedido a mi hermana escanear y me dijo que no la encontraba...
+ El peseudónimo lo puse porque cómo estaba escrito el cuento original, yo sentía que había escrito algo con un realismo mágico, ahora ni me acuerdo del cuento completo ni me atrevería a acerverar tal alcance del mismo; pero ajá, en su momento lo fue y es mi homenaje a Gabo.
+ El cuento fue escrito antes de que saliera la película "Sexto sentido". Me sorprendió entonces la similutud de ambas historias.
No comments:
Post a Comment